En la novela “La perla”, el escritor estadounidense John Steinbeck describe el paisaje donde se desarrolla la obra como un presagio de los enfrentamientos que se darían en la misma a través de la lucha entre dos gallos: “El aire oscuro y venenoso había huido y la luz dorada del sol caía sobre la casa. Junto a la cerca dos gallos se encaraban con las alas combadas y las plumas del cuello erizadas”.
Una intención similar se desprende de la propuesta de Pablo Musé en sus pinturas y grabados sobre las riñas de gallos, que a partir de un registro digital procesa en el lienzo los rasgos más notables de estas tomas. En sus óleos y grabados logra llegar a configurar las escenas de estas riñas cuyos movimientos son capturados a gran velocidad, afirmando en su pincelada las formas en las que la memoria pesquisa la esencia del acto violento, del montaje perpetrado desde el deseo de la supremacía, en definitiva en su abyección.
El artista propone evocar, en cada una de sus pinturas, las sensaciones por las cuales determinados actos que las sociedades cometen tienen en su seno la ligazón libidinal de ser parte de los discursos y los actos aceptados explícita o implícitamente, ya sea para su goce o para exacerbar la proyección de la pasión y encarnar convicciones en la toma de un territorio. Encuentra en la construcción de su metáfora sobre el goce y la supremacía, el concepto de “pasión”, del latín passio del verbo pati, que es entendido como sufrimiento y es vinculado con el padecimiento de Cristo hasta ser crucificado luego de ser traicionado.
Y es en ese pasaje hacia la catástrofe en donde se sitúa una relación entre el objeto de deseo puesto en escena para ser enfrentado y la comunidad que es partícipe directo de estos actos. Como es sabido, estas aves son preparados para salir a reñir en las galleras, acto que culturalmente es aceptado en muchas países del mundo y censurado por su ilegalidad en otros.
En estos encuentros de supervivencia, Musé recompone cada enfrentamiento, los gallos en todo su esplendor son expuestos y sus cuerpos revelan furia y belleza. En el conjunto de obras se aprecia el enfrentamiento de las miradas, el vuelo en guardia, la elegancia y fuerza de los gallos, y lo primitivo de sus actos que son en definitiva instigados por quienes arman el espectáculo de las riñas.
El plumaje de las aves, la paleta intensa de rojizos, negros y blancos sobre el fondo crudo, las cavidades profundas de sus anatomías y las garras afirmadas, las crestas crispadas y los ojos sobre los de su contrincante, componen un montaje que lleva al espectador a la contemplación de un delicado espacio. Allí se intercepta la máquina de guerra, la gestación de la Naturaleza báquica de los placeres en el sometimiento y en las líneas apolíneas de los gallos en su potencia vital. De hecho el espectador se hace cómplice por un momento de esa dinámica, para tratar de entender en la belleza de la pintura el goce y en este último el dolor. Son profundas contradicciones que se plasman en esta serie de pinturas y grabados, donde el artista pone de manifiesto la condición de lo humano como fuente dinámica que necesita ir a proscenio, para poner su acopio en pie de guerra. En definitiva operar en el duelo, ganar la batalla y una vez que la pulsión se libere hacer visible la alienación para hacerla consciente de su capacidad resiliente.
Freud afirmaba que el desarrollo de la cultura, del individuo y la comunidad, no surge solo de las probables diferencias sino que emerge de las pulsiones primordiales, Eros y Muerte, esto “implica una querella doméstica de libido”, la escena del sacrificio como final, como símbolo de la pasión.
Pablo Musé logra mostrar el caos primordial, lo hace, al producir escenas en cuyo gesto poético se pone de manifiesto el pensamiento crítico a través del lenguaje de la pintura, para finalmente hacer visible el deseo de supremacía del individuo y enfrentarlo con su otra cara, en un profundo estado de contemplación como acto de humildad frente al Yo.
Jacqueline Lacasa